Una tarde tranquila, mi amiga la fiebre que había golpeado mis ojos cesaba. Un aire azulado, mi amiga, rozaba mis nervios cansados y el sol se estiraba, teniendo carámbanos de cera sobre los tejados. Y tú te dormías mi amiga flotando en los verdes balcones de la barriada. Una tarde tranquila, mi amiga te amaba.