Salí a la calle a remar en serio, con mi esperanza en el suelo, con dos ojos de miedo, con varias historias que me acompañan. Crucé mil caras sin darme cuenta, dije mil voces casi hasta en venta, hablé hasta los codos, tomé hasta sin modos en cualquier fiesta. Mi breve alegría es una reunión de aquellos seres. Me enseñaron a hablar sin temor, me tentaron la suerte y dolor, que los hombres no saben mentir, y hoy... escondo mis ojos al sol. Y las voces suenan a un mar de arena, cuando esos brazos sufren de pena, los vientos la espantan, las fuerzas que aguantan nos acompañan. Mi amor está enfermo, mi cara está tiesa por algún muerto. Busco ojos en complicidad, llueven miseria a la hora de estar. En el aire flotan las risas más tristes, mi fé sin igual.