Ayer es hoy y será mañana. Ayer es hoy y será mañana, y será mañana. Ayer otra mujer abandonó a sus hijos y otro hombre mató a otra mujer. Otro cura abusó de niños; dijo que era por cariño y no por placer. Ayer el odio pegó otro estirón y el amor volvió a menguar. Cierto diablo mató en nombre de un “dios” y el ser humano se cargó a la humanidad. Pero qué malos somos, de mala ralea. ¡Que qué malos somos! Ayer la dulzura gritó al susurrar y el respeto se volvió a perder; nació el día claro y se nubló en un pispas y la crueldad se levantó con mal pie. La maldad no tiene sexo, ni color ni religión. La maldad no está en la piedra, sino en quién la lanzó. Y no muere, no muere, nunca se extingue; a la maldad no hay quien la mate, siempre está echando raíces, siempre está echando raíces, raíces, raíces. Ayer muchas vidas no valían nada. La libertad fue abierta en canal. La violencia se hizo más perra y más mala: puso en escena otra guerra aburría de tanta paz. Ayer el sufrimiento no podía con sus huesos. Ayer las armas no se cansaron de hablar. Murieron labios que no conocieron besos. Ayer la mierda seguía oliendo mal, seguía oliendo mal.