Acabo de llegar, no soy un extraño. Conozco esta ciudad, no es como en los diarios desde allá. Dos tipos en un bar se toman las manos, prenden un grabador y bailan un tango de verdad. Y yo los miro sin querer mirar, enciendo un faso para despistar, me quedo piola y empiezo a pensar que no hay que pescar dos peces con la misma red. Acabo de mirar las luces que pasan, acabo de cruzar la plaza, las razas y el color. Y siento un humo como familiar, alguien se acerca y comienza a hablar, me quedo piola y digo: “¿Qué tal?, vamos a pescar dos peces con la misma red”. Desprejuiciados son los que vendrán, y los que están ya no me importan más: los carceleros de la humanidad no me atraparán dos veces con la misma red.