Volvió una noche, no la esperaba, había en su rostro tanta ansiedad que tuve pena de recordarle su felonía y su crueldad. Me dijo humilde: Si me perdonas, el tiempo viejo otra vez vendrá. La primavera es nuestra vida, verás que todo nos sonreirá. Mentira, mentira, yo quise decirle, las horas que pasan ya no vuelven más. Y así mi cariño al tuyo enlazado es sólo un fantasma del viejo pasado que ya no se puede resucitar. Callé mi amargura y tuve piedad; sus ojos azules, muy grandes se abrieron. Mi pena inaudita pronto comprendieron y con una mueca de mujer vencida me dijo: Es la vida. Y no la vi más. Volvió esa noche, nunca la olvido, con la mirada triste y sin luz. Y tuve miedo de aquel espectro que fue locura en mi juventud. Se fue en silencio, sin un reproche, busqué un espejo y me quise mirar. Había en mi frente tantos inviernos que también ella tuvo piedad.