Qué memoria tan larga la memoria del hombre que puso entre comillas el tiempo que le dieron. Ajado, trasnochado hecho de polvo y sangre de mejilla ultrajada en la vergüenza gris de alguna madrugada. Qué largo el corazón del hombre luminoso que pudo ver el susto de la historia entre la tempestad de barbas y banderas. Y pudo ver su propio corazón multiplicado, diseminado por el vasto país que nacía a tientas al principio luego tan insomne sobre encrespado mar de soles y trincheras. Usted estaba allí sin detener la marcha uniendo los espacios cristalizando el agua hecho de tierra y sueños para que todo fuera mediodia de súbitos colores otro tiempo inundado de urgentes resplandores. Los sueños, el amor de otra patria naciendo y en su mirada, en su cabeza de patriarca sencillo en su ademán de proletario rey.