Reclina niña tu frente sobre mí, que aquí reina un fresco ambiente, y en las cuchillas se siente, un perfume de alhelí. Reclina bella cautiva, amorosa y sensitiva, en brazos de Alborevi, quién te ama con ansia ardiente, reclina niña tu frente sobre mí. Si tus ojos son ardiente resplandor, tus pupilas transparentes corno el agua de la fuente, de purísimo color. Quién al verte no te mira, y por ti niña suspira, y a ti sola quiere amar, y cautivo no se siente, si tus ojos son ardiente resplandor. Las cristianas hechiceras del aduar, van gimiendo plañideras, su infortunio y su pesar, ya el cacique no las mira, y por ti niña suspira, y a tí sola quiere amar, aunque giman plañideras, las cristianas hechiceras del aduar. Al ardiente mediodía, cuando vierta su armonía el tuyú, estaremos, garza mía, en la fresca sombra umbría, bajo el verde guaviyú. Tú en la hamaca recostada, y en mi pecho reclinada, y junto a mi frente tú, al ardiente mediodía, cuando vierta su armonía, el tuyú. Qué más quieres mi cristiana para ti, si tu frente se engalana, con la pluma soberana, del cacique Alboreví. Tendrás joyas y tesoros, tendrás perlas y collares, que en la guerra conseguí, entre sangre castellana. Qué más quieres mi cristiana para ti.