A veces repaso mis horas aquellas cuando era estudiante y tú eras la amada que con tus sonrisas repartías estrellas a todos los mozos de aquella barriada. ¡Ah! las noches tibias... ¡Ah! la fantasía de nuestra veintena de abriles felices, cuando solamente tu risa se oía y yo no tenía mis cabellos grises. Íbamos del brazo y tú suspirabas porque muy cerquita te decía: "Mi bien... ¿ves como la luna se enreda en los pinos y su luz de plata te besa en la sien?" Al raro conjuro de noche y reseda temblaban las hojas del parque, también, y tú me pedías que te recitara esta "Sonatina" que soñó Rubén: (Recitado:) "¡La princesa está triste! ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa. Que ha perdido la risa, que ha perdido el color... La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor." ¿Qué duendes lograron lo que ya no existe? ¿Qué mano huesuda fue hilando mis males? ¿Y qué pena altiva hoy me ha hecho tan triste, triste como el eco de las catedrales? ¡Ah!... ya sé, ya sé... Fue la novia ausente, aquella que cuando estudiante, me amaba. Que al morir, un beso le dejé en la frente porque estaba fría, porque me dejaba.