Y yo que estaba de vuelta de todas las idas con el alma herida te quiero, ya ves. Seré lo que tú prefieras tu luz o tu sombra o acaso una alfombra besando tus pies. Ay de ti, ay de mí, ni tú ni yo somos culpables: infelices locos que caímos en este amor que es un error imperdonable, ay de ti, ay de mí. Y tú que siempre decías ser inteligente no como esa gente que muere de amor. Así sabrás que la rosa es rosa por bella y no porque en ella respire una flor. Ay de ti, ay de mí. La vida es la consentida, feroz dictadura de una criatura que juega a mandar. Ni tú ni yo somos nadie, ni hacemos historia pues somos la escoria que aun puede quemar.