Cabecita loca, tu recuerdo me provoca. Te ahogabas en mis brazos, quisiste libertad y en tu desvarío vuelas hoy a tu albedrío, brindándote a los hombres que luego se hartarán; rindiéndote a sus plantas te hará una de tantas tu ciego afán. ¡Ay, pobre mariposa, que vas de flor en flor, pudiéndote arrullar en el nidito de mi amor! Hoy que mi alma con pavor vislumbra la gran tragedia de tu final, en la misma llama que te alumbra tus pobres alas se habrán de quemar, y entonces abatida, oh cabecita loca, pretendes que la herida la cierre con mi boca. Yo te lo juro por los sueños fracasados, por mis tormentos, por mis noches de dolor, que en el espasmo de mis besos afiebrados yo dejaré sellados con bárbaro terror los pecadores labios tuyos, condenados por querer libar de flor en flor.