Digo que soy libre y cuando lo digo sé que es fácil pronunciar esa palabra, pero no me importa, digo lo que siento y me arriesgo a ser el muerto en la batalla. Qué puedo hacer si no tengo nada que perder. Digo que soy libre y aunque sé que miento me demuestro una verdad con mi mentira. No me quedan fuerzas, sólo un sentimiento que aún resiste a ser escombro en las cenizas. Qué puedo hacer si no queda nada en qué creer. Para caer en mi propio error, ahora sin temor, digo que soy libre, libre, libre. Digo que soy libre y cuando lo digo dinamito las razones más exactas de los estrategas que me recomiendan que lo último a perder es la esperanza. Qué puedo hacer si ni el odio queda por vencer. Digo que soy libre y no me da miedo proclamar esa locura entre las luces simples y ruidosas de nuevos conversos propietarios de las más altas virtudes. Qué puedo hacer si me duele tanto envejecer.