Aquella esperanza que cabía en un dedal. Aquel ir y venir del sueño. Aquel horóscopo de un larguísimo viaje. Aquella confianza desde no sé cuándo. Aquel juramento hasta no sé dónde. Ese alguien que yo hubiera podido ser con otro ritmo y alguna lotería. En fin, para decirlo de una vez por todas, aquella esperanza que cabía en un dedal, evidentemente, no cabe en este sobre con sucios papeles de tantas manos sucias que me pagan, es lógico, en cada veintinueve, por tener los libros rubricados al día y dejar que, simplemente, transcurra la vida.