Cuando despierto y me encuentran las noches lejos del sueño, entregado, al abrazo que me da el lecho, voy librando combates contra mi cuerpo. Levanto el peso de mi carne abrasada por mil infiernos, la conduzco a la calle a que le dé el fresco y me enciendo una nube contra los nervios. Y el humo se retuerce y luego dibuja figuraciones, los transeúntes se transforman en buitres y tiburones... buitres y tiburones. Siento acercarse monstruosas presencias por todas partes, buitres con rostro humano y ojos de nadie, tiburones con manos llenas de hambre. El día nace, se recogen las sombras tras los portales y la boca del lobo esconde sus fauces... un olor a derrota perfuma el aire.