Recuerdo bien aquellos «cuatrocientos golpes» de Truffaut y el travelling con el pequeño desertor, Antoine Doinel, playa a través, buscando un mar que parecía más un paredón. Y el happy-end que la censura travestida en voz en off sobrepusiera al pesimismo del autor, nos hizo ver que un mundo cruel se salva con una homilía fuera del guión. Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son. Al fin llegó el día tan temido más allá del mar, previsto por los grises de Henri Decae; cuánta razón tuvo el censor, Antoine Doinel murió en su «domicilio conyugal». Pido perdón por confundir el cine con la realidad, no es fácil olvidar Cahiers du cinéma, le Mac Mahon, eso pasó, son olas viejas con resacas de la nouvelle vague.