Estaba la beata un día enferma del mar de amor el que tenía la culpa, era el fraile confesor. Chiribiribiribiri, chiribiribiribón a la beata le gustaba con el fraile la cuestión. No quería que le pusieran zapato ni zapatón, sino las sandalias viejas del fraile confesor. No quería que le pusieran mortaja ni mortajón, sino la sotana vieja del fraile confesor. No quería que la velaran con vela ni con velón sino con la vela corta del fraile confesor.