Tempranito a comer llegó Papá Elefante; se aflojó su cinturón, se soltó los dos tirantes. Y Papá Elefante, contento y barrigón, se sirvió su sopa con el cucharón. Junto a él, un elefantito estaba sentadito sin comer, sólo jugueteaba golpeando la cuchara. A ver, hijito, si tomas tu sopa. Y cuando comas no suenes la boca. ¡Pero papaíto, es que no me gusta sopas de lenteja ni frijol! Yo quiero un pedacito que sea muy grandote de aquel pastelote de limón.